La Iglesia Católica tiene nuevo pontífice. Robert Francis Prevost, de nacionalidad estadounidense y con una trayectoria estrechamente ligada al Perú, ha sido elegido como el Papa número 267 de la historia, tomando el nombre de León XIV. Su elección marca un hito no solo por ser el primer Papa agustino, sino también por su fuerte vínculo con América Latina, en particular con el pueblo peruano.

Prevost, de 69 años, pasó más de una década en tierras peruanas donde ejerció como misionero, formador, párroco y obispo. En los años ochenta y noventa, vivió en Trujillo, donde fue prior, vicario judicial y docente en el Seminario Mayor. Además, atendió comunidades marginadas y fundó parroquias en zonas periféricas. Su conexión con el país andino se profundizó cuando fue nombrado obispo de Chiclayo en 2015 por el Papa Francisco, quien años después lo elevó a prefecto del Dicasterio para los Obispos.

Durante su primer mensaje como León XIV, el nuevo Papa envió un saludo particular al pueblo peruano, agradeciendo la tierra que —en sus palabras— “le enseñó a caminar al ritmo de los más sencillos, y a vivir la fe con el corazón abierto”.

Su elección es vista como un reconocimiento al dinamismo del catolicismo latinoamericano y un puente entre el norte y el sur del continente. La huella que dejó en Perú es profunda, y su figura genera esperanza entre quienes conocieron de cerca su vocación y compromiso pastoral.

El mundo mira ahora a León XIV con expectativas renovadas. Pero en Perú, muchos ya lo sienten como un pastor que vuelve, esta vez, desde Roma.