
El calor ya no es solo una molestia estacional: es un síntoma. Puebla enfrenta una tendencia alarmante de aumento en las temperaturas, con proyecciones que señalan un incremento de hasta 5.3 grados en los próximos años, acompañado por una reducción del 9.1 por ciento en las lluvias. Las implicaciones de este cambio climático no solo amenazan los ecosistemas, sino también la economía agrícola, la salud pública y la vida cotidiana.
Este miércoles, la capital poblana amaneció con una mínima de 14°C y se espera una máxima de 26°C, con ráfagas de viento que podrían alcanzar los 35 kilómetros por hora. Aunque para algunos estos números podrían parecer soportables, los especialistas advierten que el verdadero problema es la constante acumulación de calor, que intensifica las olas térmicas, reduce la humedad y altera los ciclos naturales.
La sequía, por ejemplo, ya empieza a golpear algunas zonas del interior del estado, donde comunidades campesinas reportan afectaciones en cultivos de temporal como maíz y frijol. Además, el estrés hídrico comienza a ser una preocupación real para varias demarcaciones que dependen de pozos sobreexplotados.
“El cambio climático ya no es una predicción lejana. Está aquí y lo estamos viviendo”, advierten expertos en meteorología y medio ambiente.
Las autoridades han emitido recomendaciones básicas: evitar la exposición prolongada al sol entre las 12 y las 16 horas, hidratarse constantemente y proteger a niños y adultos mayores, quienes son más vulnerables a los golpes de calor.
Pero más allá de las precauciones individuales, la pregunta urgente es: ¿qué estamos haciendo como sociedad para frenar esta crisis? La reducción de emisiones contaminantes, el cuidado del agua y la adopción de energías limpias no pueden seguir en pausa. La temperatura sube, y el tiempo para actuar se agota.