
En un mundo donde el estrés, la ansiedad y la soledad se han vuelto parte del día a día, una pata peluda o un ronroneo suave pueden hacer una diferencia poderosa. Las mascotas no solo llenan de alegría los hogares, también tienen el poder —demostrado científicamente— de mejorar la salud mental, física y emocional de quienes las cuidan.
De acuerdo con expertos y el propio Gobierno de México, convivir con animales de compañía no solo promueve el bienestar general, sino que contribuye de manera activa a combatir la ansiedad, el estrés y hasta la depresión. Y no se trata solo de percepciones: acariciar a un perro o un gato libera oxitocina, la hormona del placer, y disminuye los niveles de cortisol, el marcador biológico del estrés.
Más que compañía: una medicina sin receta
Las mascotas alivian la soledad de forma natural. Su presencia constante, su forma de mirar, de moverse cerca del ser humano, genera un apego positivo. En tiempos donde los lazos sociales se han debilitado, un perro o un gato pueden convertirse en el ancla emocional que muchas personas necesitan.
Además, cuidar de ellas obliga a salir, caminar, moverse. Fomentan el ejercicio, aún en quienes llevan una vida sedentaria. Y, lo más importante, llenan la vida de propósito. Saber que hay un ser vivo que depende de ti crea un vínculo fuerte, de compromiso, ternura y alegría.
Pequeños terapeutas de cuatro patas
Las mascotas también activan la atención e incentivan la interacción social, especialmente en personas mayores o en quienes enfrentan retos de salud mental. Hay estudios que demuestran cómo su compañía disminuye los síntomas de depresión y ayuda en procesos terapéuticos.
No es casualidad que cada vez más hospitales, casas de retiro y centros de salud mental integren programas de terapia asistida con animales. El vínculo afectivo que se genera no solo transforma emociones: transforma vidas.
Un llamado a valorar y cuidar
Tener una mascota no es una moda ni una decisión superficial. Es una responsabilidad que, bien asumida, devuelve enormes beneficios. Amar, proteger y respetar a estos compañeros de vida también es una forma de cuidarnos a nosotros mismos.
En un país donde el bienestar emocional aún es un reto colectivo, tal vez la respuesta a una vida más plena esté más cerca de lo que imaginamos: quizá solo haga falta escuchar un ronroneo o recibir un lengüetazo para empezar a sanar.